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Consideremos unas palabras del Evangelio de San Juan: dícele Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Respondió Jesús: adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora; me seguirás después. Pedro le dice: ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré por ti mi vida. Le respondió Jesús: ¿tú darás por mí la vida? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces73.
Por eso cuando con el corazón encendido le decimos al Señor que sí, que le seremos fieles, que estamos dispuestos a cualquier sacrificio, le diremos: Jesús, con tu gracia; Madre mía, con tu ayuda. ¡Soy tan frágil, cometo tantos errores, tantas pequeñas equivocaciones, que me veo capaz −si me dejas− de cometerlas grandes!
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