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Tratar a Jesucristo confiadamente. Alegría en la lucha

Tratar a Dios, tocar a Dios. Mirad cómo nos cuenta San Lucas la curación de la hemorroísa. Dijo Jesús: ¿quién es el que me ha tocado? Excusándose todos, contestó Pedro con sus compañeros: Maestro, un tropel de gentes te comprime y te sofoca y preguntas: ¿quién me ha tocado?130. De Cristo sale la vida a torrentes: una virtud divina. Hijo mío, tú le hablas, le tocas, le comes todos los días: le tratas en la Sagrada Eucaristía y en la oración, en el Pan y en la Palabra.

Hace bastantes años, presencié esta escena: un grupo de hombres y, entre ellos, uno popularmente famoso. Se paraba la gente a contemplarlo. Un niño salió de la muchedumbre, pasó una mano por el traje del hombre que todos admiraban, y volvió con la cara radiante, diciendo a gritos: ¡lo he tocado!

Nosotros hacemos más: tenemos amistad personal con Jesucristo. En esa relación, está la base de nuestro buen endiosamiento. En la Sagrada Eucaristía y en la oración está la cátedra en la que aprendemos a vivir, sirviendo con servicio alegre a todas las almas: a gobernar, también sirviendo; a obedecer en libertad, queriendo obedecer; a buscar la unidad en el respeto de la variedad, de la diversidad, en la identificación más íntima.

Los Hechos de los Apóstoles describen, en pocas palabras, el ambiente de la primera comunidad cristiana: perseveraban todos en las instrucciones de los Apóstoles y en la comunicación de la fracción del pan y en la oración131. Con la Fe, el Pan y la Palabra, perseveraremos, nos llamaremos victoriosos, y tendremos todo el amor que nos aguarda en el cielo, después de haber sido felices en la tierra y de abrir caminos de paz en medio del mundo a tantas almas de todas las naciones.

Notas
130

Lc 8,45.

131

Hch 2,42.

Referencias a la Sagrada Escritura
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