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Nuestra obra de San Rafael se ha de dirigir a jóvenes selectos de toda condición social, estudiantes o no, sin distinción de ningún tipo. No os maraville que diga selectos, aunque nos interesan igualmente todas las almas. Precisamente por eso, para llegar a todos, hay que formar a los selectos. Cada día –en la Santa Misa– los encomiendo, al recitar con las manos extendidas, sobre la oblata: et in electorum tuorum iubeas grege numerari!1; dígnate acogernos, Señor, en el grupo de tus escogidos, de los selectos.

Sin formar asociación, los chicos vienen a participar de las actividades que se desarrollan en y desde nuestras casas, y así tenemos posibilidad de darles una buena preparación sobrenatural y humana, acercándolos al Opus Dei, facilitándoles los medios para desarrollar su carácter, enseñándoles a pelear y a vencer en la lucha ascética.

A través de este apostolado, proporcionamos a un gran número de personas el espíritu básico de la Obra: para formar su personalidad, para enseñarles a administrar su libertad, para darles doctrina católica con el testimonio de nuestra vida y con la palabra, y para hacerles adquirir la cristiana preocupación de servir con naturalidad –por Amor de Dios– a las almas.

Notas

Sobre la diferencia entre selección y elitismo, ver glosario (N. del E.).

1

Missale Romanum, Plegaria eucarística I.

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