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Con el tiempo, muchos hijos de nuestros amigos, que desean –siendo casados– hacer una generosa dedicación personal al servicio de Dios en su Obra, y los de los otros fieles amigos, que no sienten esa llamada, serán acercados a la Obra por el ambiente de sus familias.

Esta tarea es evidente que no tiene nada que ver con la que hacen los religiosos, en sus escuelas apostólicas, y las diócesis en los seminarios menores, que por otra parte yo venero. La nuestra es una labor laical, que se realiza en la calle, sin sacar a los chicos de su ambiente familiar. Incluso suelo aconsejar a los padres que no den a sus hijos demasiadas facilidades para que vayan a una casa de la Obra; sin exagerar, deben ponerles dificultades.

Se trata, pues, sencillamente de estar al lado de estos pequeños, para darles los medios espirituales que les ayudarán a vencer en los comienzos de la lucha ascética, cuando aparecen en su ánimo las primeras rebeldías y también las pasiones incipientes.

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