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Es, sin embargo, cosa clara que los que vienen a formarse junto a nosotros sienten un cambio, una sacudida interior, que hará a muchos mudar su vida; y, a todos, despertar en su conciencia la obligación de tratar de vivir como católicos consecuentes.

Sentirán, por lo menos, una atracción sincera hacia el espíritu del Opus Dei, una admiración humana –ante nuestro modo exclusivamente espiritual de enfocar y de resolver los problemas–, que servirá de base para inculcar en ellos ideas sobrenaturales, un gran amor a la libertad con responsabilidad personal, y un deseo que les lleva, al fin, a ser buenos cristianos y, quizá más tarde, a una entrega generosa al servicio de Dios como socios de su Obra.

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