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Las actividades culturales, los ciclos de conferencias, los cursos monográficos, etc., habrán de ser siempre ocasión para enseñar buena doctrina: divulgar con naturalidad los principios del derecho público eclesiástico, de la doctrina social de la Iglesia; dar a conocer los derechos y los deberes de los católicos en la vida pública, en la vida profesional, en la vida familiar.

Se pueden tener también cambios de impresiones sobre temas de especial actualidad, pero habréis de poner entonces un empeño particular en seguir el criterio que os he dado: las cosas se estudian, no se discuten, y solo enseña el que tiene la preparación necesaria para hacerlo.

Quienes tomen parte habrán de estudiar previamente, con sentido de responsabilidad –sin improvisaciones ni ligerezas–, la materia de que se va a tratar, y deberán escuchar con serenidad opiniones contrarias a las suyas, con amor a la libertad de los demás –en todo lo que es opinable– y con esmero grande en la caridad.

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