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De esta manera, se les va encaminando, ayudados por la dirección espiritual personal y voluntaria con un sacerdote amigo de Casa y con charlas particulares con un socio de la Obra –o con una asociada, si es mujer–, en la práctica de la vida interior.

Es necesario, pues, no dejarles; que lo que se comenzó, con tan buenos auspicios, con tanta rectitud, se acabe bien. No podemos abandonarles, aunque veamos que no llegarán a tener vocación. Esto podría hacer mucho daño a los interesados, y a la misma labor de San Rafael en general.

Se quedarían resentidos, amargados; hablarían mal de nosotros –con motivo–, enrarecerían el ambiente y dificultarían la tarea con otros, a los que prevendrían contra la Obra. Mucha visión sobrenatural hemos de tener y mucho espíritu de responsabilidad, para poner con estos jóvenes el mismo o mayor empeño que antes, en mantenerlos unidos al apostolado de San Rafael.

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