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Pensad que hasta los niños –de modo particular ahora– tienen pensamientos de aventura, de acción, de triunfo, de pasión. Pero no de aventuras del espíritu, que les son desconocidas o les resultan demasiado difíciles, o –lo que es peor– están incapacitados para descubrirlas.

Porque el estilo general de la civilización, que nos envuelve, ha alterado la visión de muchas cosas que podrían ser de otra forma, y deberían estar orientadas por otro camino: es decir, por el sentido del trabajo santificado y santificador; por el sentido de la proyección personal de nuestras ilusiones sobrenaturales en el mundo del trabajo hecho con perfección; por la acción eficaz de la honradez eficiente y organizada.

Y haremos saber que no está cerrado, para encontrar a Dios, ningún camino noble y humano; sino que están preparados todos esos caminos para responder positivamente, si la juventud se sabe librar de la intoxicación que se difunde con soluciones materialistas de la vida.

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