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Quiero insistir aquí en la libertad de que gozan los residentes, para lo que se refiere a la formación religiosa y a su participación en los actos de piedad, que se tengan en la Residencia. Acostumbramos a hacer una visita al Santísimo, y a rezar en común el Santo Rosario –del modo habitual en cada país–, como suelen hacer las familias cristianas.

Les invitaremos, pues, a participar en estas costumbres, pero sin obligarles, usando solo la coacción suave del buen ejemplo. También pueden asistir, si lo desean, a la Santa Misa que se celebra cada día en el oratorio de la Residencia.

Respetaremos absolutamente la libertad personal de los residentes no católicos y no cristianos. Después, fácilmente estos chicos, al sentirse comprendidos y respetados, al darse cuenta de que se les quiere de verdad, empezarán a interesarse por esa fe nuestra que nos mueve a vivir con rectitud y con amor.

Si los residentes no católicos lo desean –hemos de pedir al Señor y a la Santísima Virgen que lo deseen–, les dejaremos participar en la formación espiritual, y les daremos la instrucción necesaria para recibir el bautismo. ¡Cuántos chicos recibirán el don soberano de la fe católica, mediante vuestro esfuerzo callado y alegre!

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