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Amar la obra de San Rafael

Que todos vosotros, hijas e hijos, los más jóvenes y los que ya no lo seáis tanto, tengáis siempre una preocupación muy viva por nuestra obra de San Rafael. La hemos de mirar con predilección –lo repito–, ha de ser la niña de nuestros ojos.

Esta preocupación habrá de traducirse en oración constante y en obras. Vuestro afán apostólico os llevará a salir por todas las encrucijadas del mundo para buscar almas, para comunicarles la llamada de Jesucristo, porque, aunque permaneciendo en el mismo sitio hubiese podido Cristo atraer a las gentes a sí, para que oyesen su predicación, no lo hizo de este modo; dándonos ejemplo, para que recorramos también nosotros los caminos, buscando a los que se pierden como el pastor busca la oveja descarriada, como el médico acude al enfermo51.

Cuando escribe San Juan Crisóstomo, que el Señor dice a sus discípulos: vosotros sois la sal de la tierra, les pone delante la necesidad de lo que les ha mandado. Porque vosotros –viene a decirles– no habéis de tener preocupación solamente por vuestra propia vida, sino por la de toda la tierra. A vosotros no os envío, como hice con los profetas, a dos ciudades, ni a diez, ni a veinte, ni siquiera a una sola nación. No, vuestra misión se extenderá a la tierra y al mar, sin más límites que los del mundo mismo, aunque esté a veces corrompido52. Y cuando les llama luz, nuevamente habla del mundo –lux mundi–: no de una sola nación, ni de veinte ciudades, sino de la tierra entera; habla de una luz inteligible, mucho más preciosa que los rayos del sol, como también la sal había que entenderla en sentido espiritual. Y pone el Señor primero la sal, luego la luz, para que nos demos cuenta de la utilidad de las palabras enérgicas y del provecho de una enseñanza seria. Esto nos ata fuertemente y nos permite disolvernos. Esto nos hace abrir los ojos, llevándonos como de la mano hacia la virtud53.

Iréis, por tanto, a encontrar las almas donde estén, para atraerlas al calor de nuestro espíritu, a la luz divina de nuestra labor de formación, poniéndolas bajo el patrocinio del Arcángel San Rafael y del Apóstol San Juan, para encenderlas, para purificarlas, para llenarlas de doctrina y de amor de Dios y de una noble devoción a Santa María, a la Iglesia Santa y al Romano Pontífice.

Os bendice vuestro Padre.

Madrid, 24 de octubre de 1942

Notas
51

Santo Tomás de Aquino, Catena aurea super Lucam, cap. 4, lec. 10. En este lugar y en la Summa Theologiae (cfr. III, q. 40, ad. 2) santo Tomás atribuye este texto a san Juan Crisóstomo.

52

S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum Homilia 15, 6 (PG 57, col. 251).

53

S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum Homilia 15, 7 (PG 57, col. 252).

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