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Dios remedia nuestra fragilidad

De lo profundo te invoco, oh Señor. Oye mi voz: estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas. Si guardas, oh Señor, la memoria de los delitos, ¿quién podrá subsistir? Pero eres indulgente, y tu ley me ayuda a reverenciarte, Señor. En tus promesas espero, mi alma confía en el Señor. Israel espera al Señor más que los centinelas nocturnos esperan el alba; porque de Él viene la misericordia y su redención es copiosa. Él, pues, redimirá a Israel de todas sus iniquidades60.

Estamos hechos de barro de la tierra −de limo terrae61−, de barro de botijo: frágil, quebradizo, inconsistente. Pero ya habéis visto cómo arreglan esas vasijas de cerámica que se hicieron pedazos: con lañas, para que sigan sirviendo. Los cacharros recompuestos así, son incluso más bonitos: tienen una gracia particular. Se ve que han servido para algo. Si siguen sirviendo, son espléndidos. Además, esas vasijas, si pudieran razonar, no tendrían soberbia nunca. Nada tiene de extraño que se hayan roto, y menos aún que las hayan arreglado, sobre todo si se trataba de algo insustituible, y ¿quieres decirme, hijo mío, con qué puede sustituirse el alma?

A pesar de nuestras pobres miserias personales, somos portadores de esencias divinas de un valor inestimable: somos instrumentos de Dios. Y como queremos ser buenos instrumentos, cuanto más pequeños y miserables nos sintamos con verdadera humildad, todo lo que nos falte lo pondrá Nuestro Señor: el Señor ordena los pasos del hombre, y se complace en sus caminos. Si cayere, no quedará postrado: porque el Señor le tiende su mano62.

Notas
60

Sal 130[129],1-8.

61

Gn 2,7.

62

Sal 37[36],23-24.

Referencias a la Sagrada Escritura
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