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Contemplad, conmigo, lo que escribe San Juan: llegó Jesús a la ciudad de Samaria, llamada Sicar, vecina a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Aquí estaba la fuente de Jacob. Jesús, cansado del camino, se sentó sobre el brocal del pozo108. Es conmovedor ver al Señor cansado. Además tiene hambre: los discípulos han ido al pueblo vecino para buscar algo de comer. Y tiene sed: vino una mujer samaritana a sacar agua. Jesús le dijo: dame de beber109. Después, toda aquella conversación encantadora, en la que el alma sacerdotal de Cristo se vuelca, solícita, para recuperar la oveja perdida: olvidando el cansancio y el hambre y la sed. Entretanto le instaban los discípulos diciendo: Maestro, come. Pero Él les dice: Yo tengo para comer un manjar que vosotros no sabéis. Decíanse los discípulos unos a otros: ¿si le habrá traído alguno de comer? Jesús les dijo: mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra110.

Jesucristo, perfectus Deus, perfectus homo111, se presenta a nuestra consideración, para que estemos serenos ante las exigencias limpias de nuestra pobre naturaleza, para que las sepamos olvidar o −al menos− ponerlas en segundo término ante el bien de las almas −de todas las almas−, para animarnos a dar cumplimiento a la Obra que Dios nos ha encomendado y sepamos amar su voluntad santísima, alimentándonos siempre de ese afán.

Notas
108

Jn 4,5-6.

109

Jn 4,7.

110

Jn 4,31-34.

111

Symbolum Quicumque pseudo-Athanasianum, 32 (DH n. 75); «perfectus Deus, perfectus homo»: «perfecto Dios y perfecto hombre» (T. del E.).

Referencias a la Sagrada Escritura
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