27

Quizá os encontraréis a veces −no digo en cosas grandes, pero aunque lo fuera, que no lo será− con que tengáis que vivir en vuestra vida personal la escena de Naín, que nos narra San Lucas: sacaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, que era viuda. Así que la vio el Señor, movido a compasión, le dijo: no llores. Se acercó y tocó el féretro; y los que le llevaban, se pararon. Dijo entonces: muchacho, yo te lo mando, levántate. Inmediatamente se incorporó el difunto, y comenzó a hablar, y Jesús lo entregó a su madre63.

La vida interior es eso: comenzar y recomenzar. La vida interior consiste en hacer muchos actos de contrición, de amor y de reparación. Quiero ensalzarte, oh Señor, porque me has puesto a salvo y no has alegrado a mis enemigos en mi dolor. Señor, mi Dios, clamé a ti y tú me sanaste. Oh Señor, has sacado mi alma del sepulcro, me has llamado a la vida de entre los que bajan a la fosa. Cantad al Señor, vosotros, sus santos, y ensalzad su santo nombre64.

Notas
63

Lc 7,12-15.

64

Sal 30[29],2-5.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma