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El poder de Dios se revela en la flaqueza humana

Para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, se me ha dado el estímulo de la carne, un ángel de Satanás, que me abofetee. Tres veces pedí al Señor que lo apartase de mí, y me respondió: te basta mi gracia, porque mi poder brilla y consigue su fin por medio de la flaqueza. Así que con gusto me gloriaré de mis flaquezas, para que haga morada en mí el poder de Cristo. Por esta razón siento alegría en mis enfermedades, en los ultrajes, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por amor de Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy más fuerte71.

Dios, cuando desea realizar alguna obra, emplea medios desproporcionados, para que se note bien que la obra es suya. Por eso vosotros y yo, que conocemos bien el peso abrumador de nuestra mezquindad, debemos decir al Señor: aunque me vea miserable, no dejo de comprender que soy un instrumento divino en tus manos. No he dudado jamás de que los trabajos que haya hecho a lo largo de mi vida en servicio de la Iglesia Santa, no los he hecho yo: sino el Señor, aunque se haya servido de mí: no puede el hombre atribuirse nada, si no le es dado del cielo72.

Notas
71

2 Co 12,7-10.

72

Jn 3,27.

Referencias a la Sagrada Escritura
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