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Nuestra pedagogía se compone de afirmaciones, no de negaciones, y se reduce a dos cosas: obrar con sentido común y con sentido sobrenatural. Entre otras manifestaciones de esa pedagogía, hay una que puede expresarse así: mucha confianza en Dios, confianza en los demás, y desconfianza en nosotros mismos.

No os fiéis fácilmente del propio juicio: como el metal precioso se pone a prueba −necesita la piedra de toque−, nosotros hemos de ver si nuestro juicio es oro fino −en lo humano y en lo sobrenatural− teniendo en cuenta el parecer de los demás, especialmente de quienes tienen gracia de estado para ayudarnos. Por eso hemos de tener la buena disposición de rectificar lo que antes hayamos afirmado. Que no es una humillación rectificar: es un acto lleno de rectitud, que está dentro de aquella pedagogía sobrenatural.

El bien sobrenatural de uno solo, es mejor que el bien natural del universo entero107. Hay que pedir a Dios que ponga siempre en nuestra inteligencia esa fe y esa visión sobrenatural, que dé una jerarquía objetiva a nuestras ideas y a nuestros afectos y a nuestras obras. Hay que pedir ese criterio, porque es un don de Dios.

Notas
107

S.Th. I-II, q. 113, a. 9 ad 2.

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