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Hay que darse de una vez, sin reservas, varonilmente. Decirle al Señor: ecce ego: quia vocasti me!82. Quemar las naves, para que no haya posibilidad de retrocesos; y esa posibilidad existirá mientras tengamos en el alma rincones que ocultar. Sería un dolor perder el camino porque nos da la gana, quizá por no hablar, hasta cuando las cosas parece que no tienen remedio. Si hablamos desde el primer momento, todo se puede remediar más fácilmente.

En los tiempos de serenidad espiritual −de endiosamiento bueno− haced como los ingenieros, que embalsan las aguas limpias que vienen abundantes de la montaña y, cuando llega el estiaje, tienen un buen depósito, para beber, para regar los campos, para producir energía eléctrica: luz y fuerza. Ahora que abundáis en claridad, que os encontráis en el corazón ese afán de ser fieles, haced el propósito firme de acudir a esa claridad, invocando a Nuestra Madre Santa María, si un día permite el Señor que pensemos que estamos rodeados de tinieblas.

Notas
82

1 R 3,6.9.

Referencias a la Sagrada Escritura
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