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Luz del mundo, en medio del mundo

Hijos de la luz –decíamos– para ser luz del mundo. Vosotros sois la luz del mundo… Brille así vuestra luz ante los hombres, de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos39. Luz del mundo, hijos míos, viviendo con naturalidad en la tierra, que es el ambiente normal de nuestra vida; participando en todas las tareas, en todas las actividades nobles de los hombres; trabajando junto a ellos, en el quehacer profesional propio de cada uno; ejercitando nuestros derechos y cumpliendo nuestros deberes, que son los mismos derechos y los mismos deberes que tienen los demás ciudadanos –iguales a nosotros– de la sociedad en la que vivimos. Pero siempre libres de toda atadura, que pueda entorpecer el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios.

Por eso, hemos de buscar continuamente –en medio de nuestras diarias ocupaciones seculares– el trato y la unión constante con Jesucristo, de modo que ese fuego, que el Señor ha encendido en nuestras almas, nunca se apague ni se debilite: ya que ha de ser verdad que quienes nos rodean noten que somos luz de Dios, que ilumina el mundo.

Notas
39

Mt 5,14.16.

Referencias a la Sagrada Escritura
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