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Hijos de mi alma, todas estas son ideas que van viniendo a mi mente –como os sucederá también a vosotros– cuando, considerando la magnitud de nuestra tarea apostólica en medio de las actividades humanas, procuro retener en mi memoria, unidas a las escenas de la muerte –del triunfo, de la victoria– de Jesús en la Cruz, aquellas palabras suyas: et ego, si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum49; cuando yo seré levantado en alto en la tierra, todo lo atraeré a mí.

Unidos a Cristo por la oración y la mortificación en nuestro trabajo diario, en las mil circunstancias humanas de nuestra vida sencilla de cristianos corrientes, obraremos esa maravilla de poner todas las cosas a los pies del Señor, levantado sobre la Cruz, donde se ha dejado enclavar de tanto amor al mundo y a los hombres.

Así simplemente, trabajando y amando a Dios en la tarea que es propia de nuestra profesión o de nuestro oficio, la misma que hacíamos cuando Él nos ha venido a buscar, cumplimos ese quehacer apostólico de poner a Cristo en la cumbre y en la entraña de todas las actividades de los hombres: porque ninguna de esas limpias actividades está excluida del ámbito de nuestra labor, que se hace manifestación del amor redentor de Cristo.

Notas
49

Jn 12,32.

Referencias a la Sagrada Escritura
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