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Pues bien, hijas e hijos míos –como parte de la providencia de Dios en el cuidado de su Iglesia Santa y en la conservación del espíritu del Evangelio–, desde el 2 de octubre de 1928, ha encomendado el Señor al Opus Dei la tarea de hacer bien patente, de recordar a todas las almas, con el ejemplo de vuestra vida y con la palabra, que existe una llamada universal a la perfección cristiana y que es posible seguirla.

Lo que el Señor quiere es que cada uno de vosotros, en las circunstancias concretas de su propia condición en el mundo, procure ser santo: haec est enim voluntas Dei, sanctificatio vestra65; esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. Santidad escondida muchas veces –sin brillo externo–, diaria, heroica: para corredimir con Cristo, para salvar con Él las criaturas, para ordenar con Él las cosas humanas.

Dios quiere servirse de vuestra santidad personal, buscada según el espíritu de la Obra, para enseñar a todos, de una manera peculiar y sencilla, lo que ya vosotros bien sabéis: que todos los fieles, incorporados a Cristo por el bautismo, están llamados a buscar la plenitud de vida cristiana.

Notas
65

1 Ts 4,3.

Referencias a la Sagrada Escritura
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