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Con especial cuidado procedemos así, cuando se trata de vocaciones al estado religioso. Desde el primer momento de la fundación del Opus Dei, he visto la Obra como una institución cuyos miembros no pueden ser religiosos, ni vivir ad instar religiosorum –a la manera de los religiosos–, ni ser equiparados a los religiosos de ningún modo.

Y esto, no por falta de afecto a los religiosos, que amo y venero con todas mis fuerzas; tanto, hijos míos, que puedo repetir con absoluta sinceridad, refiriéndome a esas almas, las mismas palabras de San Pablo a los fieles de Filipos: testis enim mihi est Deus, quomodo cupiam omnes vos in visceribus Iesu Christi80; Dios me es testigo de cuánto les amo, en las entrañas de Jesucristo.

Veneramos y respetamos profundamente la vocación sacerdotal y la religiosa, y toda la labor inmensa que los religiosos han realizado y realizarán en servicio de la Iglesia: por eso no sería buen hijo mío quien no tuviera este espíritu.

Pero, al mismo tiempo, repetimos que nuestra llamada y nuestra labor –porque son una invitación a permanecer en el mundo, y porque nuestras tareas apostólicas se hacen en y desde las actividades seculares– se diferencian totalmente de la vocación y de la labor encomendada a los religiosos.

Notas
80

Flp 1,8.

Referencias a la Sagrada Escritura
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