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Hay almas generosas, hombres o mujeres, que sienten el deseo de trabajar con todas sus fuerzas en la viña del Señor. No tienen, sin embargo, vocación religiosa; ni desean la vida de perfección evangélica, pero quisieran hacer realidad, en medio del mundo y de la vida ordinaria, sus deseos de dedicarse a buscar la perfección cristiana y a ejercer el apostolado.

Esas personas con hambre de perfección saben que no faltan ambientes –que también son de Dios– cerrados con fronteras que un sacerdote o un religioso, por la naturaleza de su vocación, no puede traspasar. La descristianización progresiva de la sociedad moderna ofrece una prueba elocuente de que la vida humana, las profesiones y las actividades sociales, están muchas veces lejos de la Iglesia, y de las tareas propias de las gentes consagradas a su servicio.

Notas

Sobre el significado de “perfección cristiana” en san Josemaría, ver glosario (N. del E.).

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