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La llamada a la Obra es para todos los fieles

Numerosos son, bien lo sabéis por experiencia personal, los caminos de la misericordia divina. A la Obra han de llegar gentes de todas las naciones, de todas las razas y de todas las lenguas; jóvenes y viejos, célibes y casados, sanos y enfermos: cada uno a ocupar el puesto que tiene asignado por la Voluntad de Dios, cada uno a aprovechar la oportunidad –la gracia especialísima– que la bondad de Nuestro Señor le ofrece.

Pensando en este camino con sabor de primitiva cristiandad, que Dios ha suscitado para renovar de modo tan admirablemente sencillo los milagros de la gracia en la vida de tantas almas, gozo releyendo despacio lo que escribía San Justino, maravillado como estaba ante el poder admirable del Evangelio.

Los que antes nos complacíamos en la disolución –dice–, ahora abrazamos solo la castidad; los que nos entregábamos a las artes mágicas, ahora nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de todo el dinero y los acrecentamientos de nuestros bienes, ahora, aun lo que tenemos, lo ponemos en común y de ello damos parte a todo el que está necesitado; los que nos odiábamos y nos heríamos unos a otros, y separados por modos diversos de vivir, no compartíamos el hogar con quienes no eran de la misma raza, ahora, después de la venida de Cristo, vivimos todos juntos y rogamos por nuestros enemigos y tratamos de disuadir a los que con odio injusto nos persiguen, a fin de que, viviendo conforme a los hermosos consejos de Cristo, tengan buena esperanza de alcanzar, junto con nosotros, los mismos bienes que nosotros esperamos de Dios, soberano de todas las cosas79.

Notas
79

S. Justino, Apologiae pro christianis I, 14 (SC 507, pp. 162-165))

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