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Nuestra labor es una gran catequesis

Al profundizar en el conocimiento de nuestra vocación, al considerar el valor y las posibilidades de este peculiar modo nuestro de llevar el mensaje evangélico a los hombres, salta a la vista, hijas e hijos míos, que –siendo así y trabajando así– la Obra entera equivale a una gran catequesis, hecha de forma viva, sencilla y directa en las entrañas de la sociedad civil.

Verdaderamente, buena falta está haciendo ese apostolado doctrinal, incluso en grupos sociales y en países de vieja tradición cristiana, donde la ignorancia religiosa crece de día en día. Bien pudiera decirse que el mayor enemigo de Dios –porque se ama a Dios después de conocerlo– es la ignorancia: origen de tantos males y obstáculo grande para la salvación de las almas.

Lo que nos narra la Escritura –ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo83– es retrato vivo aún de la carencia de doctrina clara en la mente de muchos hombres, de muchos cristianos; de personas poco instruidas y de otros que tienen fama de sabios, en las ciencias humanas; de hombres con prestigio, en su profesión, o que desempeñan labores de gobierno.

Y con la ignorancia brota la confusión, fomentada además con todos los medios de difusión oral y escrita –medios rápidos, capilares–, por los enemigos de la Iglesia o por personas imprudentes, a través de iniciativas, expresiones y costumbres, aparentemente inocuas, pero que encierran el error o llevan al error.

Notas
83

Hch 19,2.

Referencias a la Sagrada Escritura
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