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Viviendo en amistad con Dios –la primera que hemos de cultivar y acrecentar–, sabréis lograr muchos y verdaderos amigos101: la labor que ha hecho y hace continuamente el Señor con nosotros, para mantenernos en esa amistad suya, es la misma labor que quiere hacer con otras muchas almas, sirviéndose de nosotros como instrumento.

Ya os he dicho, hijos míos, que creo en la amistad humana: amico fideli, nulla est comparatio102, nada hay comparable al amigo fiel. La amistad es un tesoro, que hemos de estimar en su gran valor humano y aprovechar también como medio para llevar almas a Dios.

Puedo deciros que me siento amigo de todo el mundo, como os habéis de sentir vosotros, porque buscamos el bien de todas las almas sin excepción. Por muy alejado que esté un hombre del Señor, por mucho que manifieste su enemistad, hemos de pensar con San Agustín que no debemos desesperar de su conversión, porque aun entre los que son abiertamente adversarios se ocultan amigos predestinados, aunque ni ellos lo sepan103.

Materias
Notas
101

Si 6,17.

102

Si 6,15.

103

S. Agustín de Hipona, De Civitate Dei, I, c. 35(CChr.SL 47, p. 33))

Referencias a la Sagrada Escritura
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