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La realidad de esta unión en la caridad cristiana ha de manifestarse con obras –en todo el ámbito de la sociedad de los hombres– y no admite el clasismo, menos aún el espíritu de casta o de secta: ya no hay distinción de judío, ni de griego; ni de siervo, ni libre; ni tampoco de hombre, ni mujer; porque todos vosotros sois una cosa en Jesucristo96.

Lograr esta unidad y hacer que permanezca, es tarea difícil, que se alimenta de actos de humildad, de renuncias, de silencios, de saber escuchar y comprender, de saber noblemente interesarse por el bien del prójimo, de saber disculpar siempre que haga falta: de saber amar verdaderamente, con obras.

A esta grande tarea cristiana hemos de contribuir nosotros con un decidido empeño apostólico, haciendo que todos los que se acerquen a la Obra se sientan movidos a trabajar en favor de esa unidad, de la mutua comprensión que lleva a la convivencia y al bienestar humano, espiritual y material.

Notas
96

Ga 3,28.

Referencias a la Sagrada Escritura
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