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La amistad instaura un clima de confianza

El amigo verdadero no puede tener, para su amigo, dos caras: la amistad, si ha de ser leal y sincera –vir duplex animo inconstans est in omnibus viis suis104; el hombre falso, de ánimo doble, es inconstante en todo–, exige renuncias, rectitud, intercambio de favores, de servicios nobles y lícitos. El amigo es fuerte y sincero en la medida en que, de acuerdo con la prudencia sobrenatural, piensa generosamente en los demás, con personal sacrificio.

Del amigo se espera la correspondencia al clima de confianza, que se establece con la verdadera amistad; se espera el reconocimiento de lo que somos y, cuando sea necesaria, también la defensa clara y sin paliativos: porque, como leí hace tiempo en un texto castellano, cuando el amigo defiende o alaba con tibieza, es testigo mayor de toda excepción, que confiesa llanamente que no encuentra partes que alabar ni razón que defender: porque, si las hubiera, ¿quién como un amigo las defendiera y celebrara?

Podéis decirme: los amigos, a veces, traicionan. Sin embargo, obrando siempre con rectitud de intención, con sentido sobrenatural, no os pueden preocupar ni desanimar las posibles sorpresas, ni esas excepciones han de frenar vuestro deseo eficaz de tener una noble inclinación limpia y afectuosa para todos.

Materias
Notas
104

St 1,8.

Referencias a la Sagrada Escritura
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