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Sin embargo, esta novedad nuestra, hijos míos, es tan antigua como el Evangelio. Desde que Jesucristo dijo que Él es el Camino, la Verdad y la Vida61, e invitó a todos a seguirle62, brotó con fuerza en el alma de muchos fieles –desde los primeros tiempos de la Iglesia– el deseo de hacer realidad la búsqueda de la perfección trazada por el Evangelio y practicada ejemplarmente por el mismo Jesucristo: vida de santidad personal y de actividad apostólica.

Así, la auténtica espiritualidad del Evangelio fue produciendo frutos abundantes de santidad, en todos los ambientes de aquella sociedad pagana que rodeaba a los cristianos de la primera hora. Son hombres y mujeres que viven sinceramente su fe, y son, por tanto, proselitistas; que trabajan con naturalidad entre los demás –si ciudadanos, como ciudadanos; si esclavos, como esclavos–; que practican una exquisita fraternidad y que se dedican a Dios y a la difusión de la Buena Nueva, en la medida de los dones que cada uno ha recibido63. El resultado fue la cristianización de la entera sociedad pagana.

Notas
61

Jn 14,6.

62

Cfr. Mt 16,24.

63

Cfr. 1 Co 7,7.

Referencias a la Sagrada Escritura
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