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La acción del Espíritu Santo

Spiritus ubi vult spirat, et vocem eius audis, sed nescis unde veniat aut quo vadat75; el Espíritu sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde sale o adónde va. Esta ha sido la vida mía –lo escribo con emoción y con agradecimiento a mi Dios, dándome cuenta de que soy un pobre pecador– desde hace muchos años: mucho tiempo antes de que el Señor, derramando gracia abundante –me encontraba entonces solo, con el único bagaje de mis veintiséis años y de mi buen humor–, me llamase claramente a trabajar en su Obra, con una vocación bien definida.

La Obra está saliendo adelante a base de oración: de mi oración –y de mis miserias– que a los ojos de Dios fuerza lo que exige el cumplimiento de su Voluntad; y de la oración de tantas almas –sacerdotes y seglares, jóvenes y viejos, sanos y enfermos–, a quienes yo recurro, seguro de que el Señor les escucha, para que recen por una determinada intención que, al principio, solo sabía yo. Y, con la oración, la mortificación y el trabajo de los que vienen junto a mí: estas han sido nuestras únicas y grandes armas para la lucha.

Así va –así irá– la Obra haciéndose, creciendo, en todos los ambientes: en los hospitales y en la universidad; en las catequesis de los barrios más necesitados; en los hogares y en los lugares de reunión de los hombres; entre los pobres, los ricos y las gentes de la más diversa condición, para hacer llegar a todos el mensaje que Dios nos ha confiado.

Notas
75

Jn 3,8.

Referencias a la Sagrada Escritura
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