16

Somos siervos de Dios e hijos de Dios. Como siervos suyos, podemos gozarnos al escuchar aquellas palabras de los Hechos de los Apóstoles: ciertamente, sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días, derramaré mi Espíritu, y profetizarán30. Como hijos de Dios, podemos contemplar con alegría lo que escribe San Pablo a los Gálatas: digo además: que mientras el heredero es niño, en nada se diferencia de un siervo, a pesar de ser dueño de todo; sino que está bajo la potestad de los tutores y curadores, hasta el tiempo señalado por su padre.

Así nosotros, cuando éramos todavía niños, vivíamos en servidumbre, bajo los elementos del mundo; pero cumplido que fue el tiempo, envió Dios a su Hijo, formado de una mujer, y sujeto a la ley, para redimir a los que estaban debajo de la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto vosotros sois hijos, envió Dios a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual nos hace clamar: ¡Abba, Padre mío! Y así ninguno de vosotros es ya siervo, sino hijo. Y siendo hijo, es también heredero de Dios31.

Notas
30

Hch 2,18.

31

Ga 4,1-7.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma