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Santa intransigencia. Por amor de Dios; no por intereses personales

Pero Jesucristo no nos ha dado sólo el ejemplo de la santa transigencia; nos ha dado también el ejemplo clarísimo de la santa intransigencia, en las cosas de Dios. Porque Jesús no transige con el error −¡esas reprimendas terribles a los fariseos!−, ni tolera que delante de Él se ofenda impunemente al Creador. Contemplad la santa indignación de Cristo, frente al abuso de los mercaderes en el Templo: habiendo entrado en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían en él, diciéndoles: escrito está: mi casa es casa de oración; pero vosotros la tenéis hecha una cueva de ladrones97.

Tampoco podemos tolerar que se ofenda a Dios donde estemos nosotros, pudiéndolo evitar; si es preciso, utilizaremos también una santa coacción, acompañada de toda la suavidad posible en la forma, y siempre respetando la legítima libertad de las conciencias. Es decir, actuaremos de tal modo que quede claro que no nos movemos para defender intereses personales, sino sólo por amor de Dios −zelus domus tuae comedit me98, el celo de tu Casa me come las entrañas− y por amor a los hombres, que queremos sacar del error, para impedir que condenen neciamente su alma.

Notas
97

Lc 19,45-46.

98

Jn 2,17.

Referencias a la Sagrada Escritura
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