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Hemos hablado de servir: el mejor servicio que podemos hacer a la Iglesia y a la humanidad es dar doctrina. Gran parte de los males que afligen al mundo se deben a la falta de doctrina cristiana, incluso entre los que quieren o aparentan querer seguir de cerca a Jesucristo. Porque hay quienes, en lugar de dar buena doctrina, se sirven de la ignorancia de los demás, para sembrar confusiones. Así se llega hasta negar la existencia de la ley natural, impresa por Dios en cada alma. Y el ambiente del mundo se llena de indolencia religiosa, que en realidad no es más que ignorancia o presunción; no es el satánico non serviam, sino la más absoluta carencia de luz.

Hay personas que se hacen pasar por sabios, y afirman que la religión y la ciencia son cosas antitéticas, que se ha abierto un abismo que parece incolmable: es el dominio del materialismo en todas sus formas. Pero ese abismo lo sabe colmar, llenar, cualquier persona piadosa. Nosotros, hijos de Dios en su Obra, hemos de procurar con la gracia del Señor y con el estudio que desaparezca esa oposición, haciendo, con la ciencia profana, unida al conocimiento teológico y al ejemplo de nuestra vida, la apología de la Fe.

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