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Santificación del trabajo

Hay un paréntesis de siglos, inexplicable y muy largo, en el que sonaba y suena esta doctrina a cosa nueva: buscar la perfección cristiana, por la santificación del trabajo ordinario, cada uno a través de su profesión y en su propio estado. Durante muchos siglos, se había tenido el trabajo como una cosa vil; se le había considerado, incluso por personas de gran capacidad teológica, como un estorbo para la santidad de los hombres.

Yo os digo, hijas e hijos míos, que a cualquiera que excluya un trabajo humano honesto −importante o humilde−, afirmando que no puede ser santificado y santificante, podéis decirle con seguridad que Dios no le ha llamado a su Obra.

Habrá que rezar, tendremos que rezar, tendremos que sufrir, para quitar de la mente de las personas buenas ese error. Pero llegará el momento, en el cual, a base del trabajo humano en todas las categorías tanto intelectuales como manuales, se alzará en una sola voz el clamor de los cristianos diciendo: cantate Domino canticum novum: cantate Domino omnis terra4; cantad al Señor un cantar nuevo: que alabe al Señor toda la tierra.

Notas
4

Sal 96[95],1.

Referencias a la Sagrada Escritura
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