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Para evitar ese veneno, esos peligros −que no os han de apartar de esa tarea a los que tengáis esa vocación específica, que es siempre un trabajo profesional−, la triaca está en los medios ascéticos, de los que disponen todos los hijos de Dios en su Obra para santificarse en medio del mundo, en la calle: el espíritu de pobreza, desprendimiento verdadero de los bienes temporales; y el espíritu de humildad, desprendimiento de las glorias humanas, del poder: que son los frutos sabrosos del alma contemplativa en la acción profesional.

Insisto especialmente en el espíritu de humildad: porque sabéis −os lo repito continuamente− que el amor propio y el orgullo son, para el alma, mucho más insidiosos y mucho más nocivos que la concupiscencia de la carne y la concupiscencia de los ojos75, que son peligros más fáciles de descubrir y de combatir. Por eso pido a mis hijos que estén vigilantes y que no se dejen seducir por esa gloria vana, por esos humos de soberbia, de los que está cargada la atmósfera de la vida pública. Mirad lo que nos dice San Pablo: nemo se seducat. Si quis videtur inter vos sapiens esse in hoc saeculo, stultus fiat ut sit sapiens76. Nadie se engañe a sí mismo. Si alguno de vosotros se tiene por sabio según el mundo, hágase necio a los ojos de los mundanos, a fin de ser sabio a los de Dios.

Notas
75

1 Jn 2,16.

76

1 Co 3,18.

Referencias a la Sagrada Escritura
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