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Luego, hijas e hijos míos, cuando os parezca que habéis trabajado mucho en el servicio del Señor, repetid las palabras que Él mismo nos ha enseñado: servi inutiles sumus; quod debuimus facere, fecimus125; somos siervos inútiles: no hemos hecho más que lo que teníamos obligación de hacer.

El resumen que saco siempre al final del día, al hacer mi examen, es pauper servus et humilis! Y esto cuando no he de decir: Josemaría, Señor, no está contento de Josemaría. Pero, como la humildad es la verdad, son muchas las veces que −lo mismo que os sucede a vosotros− pienso: Señor, ¡si no me he acordado para nada de mí, si he pensado sólo en Ti y, por Ti, me he ocupado sólo en trabajar por los demás! Entonces nuestra alma de contemplativos exclama con el Apóstol: vivo autem iam non ego: vivit vero in me Christus126; no soy yo el que vivo, sino que vive en mí Cristo.

Sin humildad no podemos jamás servir eficazmente, porque no sentiremos la necesidad de abandonarnos confiadamente a la acción de la gracia, no tendremos el impulso continuo de acudir a Dios como a nuestra única fuerza. Y no alcanzaremos del Señor los favores que nos tiene reservados, para nuestra santificación y la de nuestros compañeros: quoniam excelsus Dominus, et humilia respicit127; porque el Señor es excelso, y mira las cosas humildes.

Hijos de mi alma: sé que lucharéis por ser humildes; sé que seréis así maravillosamente eficaces, porque seréis instrumentos dóciles en las manos de Dios. Y llevaréis al mundo entero la sal y la luz de Cristo, principalmente con el ejemplo de vuestra vida: emprendamos, pues, vida nueva; hagamos de la tierra cielo y mostremos así a los gentiles de cuán grandes bienes están privados. Porque, cuando vean nuestra conducta ejemplar, contemplarán el espectáculo mismo del reino de los cielos128.

Notas
125

Lc 17,10.

126

Ga 2,20.

127

Sal 138[137],6.

128

S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum Homilia, 43, 5 (PG 57, col. 463).

Referencias a la Sagrada Escritura
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