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La santificación personal en la ocupación diaria

De este modo se hace sobrenatural el trabajo, porque su fin es Dios, y el trabajo se hace pensando en Él, como un acto de obediencia. No debemos abandonar el sitio, en el que nos ha sorprendido la llamada del Señor. Tenemos que convertir en servicio de Dios nuestra vida entera: el trabajo y el descanso, el llanto y la sonrisa. En la besana, en el taller, en el estudio, en la actuación pública, debemos permanecer fieles al medio habitual de vida; convertirlo todo en instrumento de santificación y en ejemplo apostólico, sin servirnos nunca de la Iglesia ni de la Obra: cada uno con responsabilidad personal.

En el trabajo ordinario, en el seno de la familia y de la sociedad, tenemos el compromiso personal de buscar la santidad, a la que estamos llamados por el mero hecho de ser cristianos, ya que están claras las palabras del Maestro: sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto8.

Mirad lo que escribía San Juan Crisóstomo: la verdad es que todos los hombres tienen que subir a la misma altura; y lo que ha trastornado toda la tierra es pensar que sólo el monje está obligado a mayor perfección, y los demás pueden vivir a sus anchas. ¡Pero no es así!9.

Notas
8

Mt 5,48.

9

S. Juan Crisóstomo, Adversus oppugnatores eorum qui ad monasticam vitam inducunt, 1, III, 14 (PG 47, col. 374).

Referencias a la Sagrada Escritura
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