73

Por eso, a veces, hijas e hijos míos, no tendremos más remedio que pasar un mal rato nosotros y hacérselo pasar a otros, para ayudarles a ser mejores. No seríamos apóstoles, si no estuviésemos dispuestos a que interpreten mal nuestra actuación y reaccionen de un modo desagradable.

Hemos de convencernos de que los santos −nosotros no nos creemos unos santos, pero queremos serlo− resultan necesariamente unas personas incómodas, hombres o mujeres −¡mi santa Catalina de Siena!− que con su ejemplo y con su palabra son un continuo motivo de desasosiego, para las conciencias comprometidas con el pecado.

Para los que no quieren tener una vida limpia, nuestra delicadeza en la guarda del corazón ha de ser necesariamente como un reproche, como un estímulo, que no permite a las almas abandonarse o adormecerse. Es bueno que sea así; el hijo mío que no quiera provocar estas reacciones en las almas de los que le rodean, el que desee siempre hacerse el simpático, no podrá evitar él mismo la ofensa a Dios, porque se hará cómplice de los desórdenes de los demás. Vivid de modo que podáis decir: inflammatum est cor meum, et renes mei commutati sunt: zelus domus tuae comedit me99; mi corazón se inflama y se conmueven mis entrañas: porque el celo de tu casa me devora.

Notas
99

Sal 73[72],21; 69[68],10.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma