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Pero si no procuramos vivir como hijos de Dios, perderemos la confianza en Él, que es perder una buena parte del Amor, y nos resultará la vida dura y amarga. No olvidéis que no solamente somos hijos de Dios, sino hermanos de Jesucristo: primogenitus in multis fratribus35. Y que todo aquel que nació de Dios no hace pecado, porque la semilla de Dios, que es la gracia santificante, mora en él; y, si no la echa de sí, no puede pecar, porque es hijo de Dios: en esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo36.

Llenaos, por tanto, de confianza, porque de tal manera amó Dios al mundo que no paró hasta dar a su Hijo Unigénito, a fin de que todos los que crean en Él no perezcan, sino que vivan vida eterna. Pues no envió Dios a su Hijo al mundo, para condenar al mundo, sino para que por su medio el mundo se salve: y para que todo aquel que crea en Él no perezca, sino que logre la vida eterna37.

Notas
35

Rm 8,29.

36

1 Jn 3,9-10.

37

Jn 3,16-17.

Referencias a la Sagrada Escritura
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