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Hemos de ir con todos, si es preciso, hasta las mismas puertas del infierno: más allá, no, porque allí no se puede amar a Jesucristo. Los atraeremos con nuestra amistad leal, recibiremos en nuestras propias casas hasta a los más lejanos. Por eso, será parte de nuestro amadísimo apostolado ad fidem –que a su tiempo recibirá, no lo dudo, sanción oficial– permitir a nuestros amigos acatólicos asistir a los actos del culto en nuestros oratorios; sin darles demasiadas facilidades, haciéndoselo desear, de modo que se subraye la libertad personal, que es característica principal de nuestros apostolados.

Para facilitar esta labor, es más conforme con nuestro espíritu que no pongamos, a nuestros Centros o a nuestras casas, nombres que puedan tener un sentido agresivo o militar, de victoria o de gloria: Deo omnis gloria!, ¡para Dios toda la gloria! Aunque respeto sin inconveniente que otros piensen y obren de otra manera, tened presente siempre que los hijos de Dios, en su Obra, no necesitamos de violencias; nos sentimos protegidos por la Providencia divina, y podemos decir después de haberlo experimentado tantas veces: in umbra manus suae protexit me104, me cubrió el Señor con la sombra de su mano.

Notas
104

Is 49,2.

Referencias a la Sagrada Escritura
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