57

Peligros de la política. Humildad

Os he hablado tan largamente sobre este punto de la política, porque a vosotros, mis hijos, os corresponde afirmar el reinado de Jesucristo, en todos los campos de la actividad humana, en todas las tareas temporales. Además, porque los que libremente trabajéis en la cosa pública, debéis tener muy en cuenta los peligros de la política.

Ya he hecho alusión a esos riesgos: os he hablado del peligro de que el ejercicio del poder llegue a deformar la conciencia, del peligro de no respetar la justa libertad de los demás y del peligro de comprometer a la Iglesia o a la Obra. Pero hay peligros aún más generales: el de la ambición, el de las pasiones −nacionalismo, partidismo, etc.−, el de perder la visión sobrenatural y olvidar la acción divina en el mundo y en los corazones.

Aquí vienen como anillo al dedo las palabras de la Sagrada Escritura: todas las cosas hizo buenas en su tiempo, y entregó el mundo a la disputa de los hombres, para que el hombre no halle la obra que hizo Dios desde el principio hasta el fin74; es decir, sin que el hombre pueda comprender la admirable sabiduría, que brilla y brillará en las obras del Creador, desde el principio del mundo hasta el fin. Con las discusiones y rivalidades políticas, se olvida fácilmente el hombre de que es el Señor el que hace, el que impulsa todo lo bueno, y el que nos ha hecho libres.

Notas
74

Qo 3,11.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma