89
El espectáculo de los prodigios que obra Dios por nuestras manos debe ser una ocasión para humillarnos, para alabar a Dios y reconocer que todo viene de Él, y que nosotros no hemos hecho más que estorbar o, a lo más, ser pobres instrumentos en las manos del Señor.
Debemos pensar que hay muchas otras almas que han trabajado mejor que cada uno de nosotros, que se han sacrificado más y han rezado con mayor perseverancia; pero que el Señor se ha querido servir más de vosotros y de mí que de estas otras personas, para que se vea que es Él el que actúa, para que se note que los instrumentos no cuentan o cuentan muy poco.
Porque Dios ha escogido a los necios según el mundo, para confundir a los sabios, y Dios ha escogido a los flacos del mundo, para confundir a los fuertes; y a las cosas viles y despreciables del mundo, y a aquellas que no eran nada, para destruir las que son al parecer más grandes, a fin de que ningún mortal se jacte ante su acatamiento124.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-1/175/ (01/05/2024)