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Más aún, vamos positivamente a hacernos amigos, a ganarnos amigos para hacerlos amigos de Jesucristo. El Señor quiere servirse de nosotros −de nuestro trato con los hombres, de esta capacidad nuestra, que nos ha dado Él, de querer y de hacernos querer−, para seguir haciéndose Él amigos en la tierra; como se sirvió de Juan el Bautista para encontrar al otro Juan, el que iba a ser el amigo predilecto, el que vemos recostado en el pecho de Jesús aquella noche entrañable de la Última Cena: erat ergo recumbens unus ex discipulis eius in sinu Iesu, quem diligebat Iesus102.

Vamos a hacernos amigos entre todos nuestros compañeros de trabajo, entre todos los que viven en nuestro ambiente, aunque estén lejos de Dios; incluso os puedo decir que a éstos nos debemos acercar más, porque nos necesitan más. Nos necesitan, primero, los cristianos flojos, los que no viven de acuerdo con la fe que profesan; vamos a acercarnos a ellos con toda nuestra caridad y con toda nuestra comprensión, ofreciéndoles una amistad sincera, auténtica, humana y sobrenatural.

No os retraiga el peligro del contagio; con nuestra vida contemplativa, con la fidelidad a nuestro espíritu, a nuestras Normas y a nuestras costumbres, estamos inmunizados de sus errores y de sus ejemplos, si no son cristianos. Como los queremos con el corazón de Cristo, está Jesús entre nosotros y ellos, y acabaremos ahogando el mal en abundancia de bien.

Notas
102

Jn 13,23; «erat ergo recumbens ... quem diligebat Iesus»: «estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba» (T. del E.).

Referencias a la Sagrada Escritura
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