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El ejemplo no se da sólo con buenas palabras, sino con las obras. Los que pretenden hacerlo de otro modo, merecen oír y han de meditar este pasaje de la Escritura: entonces Jesús habló al pueblo y a sus discípulos y les dijo: en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos; practicad, pues, y haced todo lo que os dijeren; pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen lo que se debe hacer y no lo hacen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los otros, pero ellos ni con un dedo tratan de moverlas49.

Palabras y obras, fe y conducta, en unidad de vida, hemos dicho ya en otra ocasión. Obrar de otra manera, hacer las cosas por vanidad, para dejarse ver, con espectáculo, ha merecido estas palabras, que salieron de la boca de Cristo: omnia vero opera sua faciunt ut videantur ab hominibus50, hacen todas las cosas para ser vistos por los hombres.

¿De qué servirá?, pregunta Santiago en su epístola católica, ¿de qué servirá, hermanos míos, el que uno diga tener fe, si no tiene obras?; ¿por ventura a éste esa clase de fe podrá salvarle? Y añade: como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta51.

Es mejor ser cristiano sin decirlo, que decirlo sin serlo. Es una cosa óptima enseñar, pero a condición de que se practique lo que se enseña. Nosotros tenemos un solo Maestro, aquél que habló y todas las cosas fueron hechas; las mismas obras que Él ha realizado en silencio son dignas del Padre. El que comprende verdaderamente la palabra de Jesús, puede entender su mismo silencio; y entonces será perfecto, porque obrará en conformidad con su palabra y se manifestará mediante su silencio52.

Notas
49

Mt 23,1-4.

50

Mt 23,5.

51

St 2,14.26.

52

S. Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephesios, c. 15, 1-2 (SC 10, p. 71).

Referencias a la Sagrada Escritura
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