3
Santificación del trabajo
Hay un paréntesis de siglos, inexplicable y muy largo, en el que sonaba y suena esta doctrina a cosa nueva: buscar la perfección cristiana, por la santificación del trabajo ordinario, cada uno a través de su profesión y en su propio estado. Durante muchos siglos, se había tenido el trabajo como una cosa vil; se le había considerado, incluso por personas de gran capacidad teológica, como un estorbo para la santidad de los hombres.
Yo os digo, hijas e hijos míos, que a cualquiera que excluya un trabajo humano honesto −importante o humilde−, afirmando que no puede ser santificado y santificante, podéis decirle con seguridad que Dios no le ha llamado a su Obra.
Habrá que rezar, tendremos que rezar, tendremos que sufrir, para quitar de la mente de las personas buenas ese error. Pero llegará el momento, en el cual, a base del trabajo humano en todas las categorías tanto intelectuales como manuales, se alzará en una sola voz el clamor de los cristianos diciendo: cantate Domino canticum novum: cantate Domino omnis terra4; cantad al Señor un cantar nuevo: que alabe al Señor toda la tierra.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-1/89/ (02/05/2024)