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Servir. Sobrenaturalizar el trabajo. Dar doctrina

Hijos míos, no ha sido murmuración, no he recargado las tintas; he contado una parte de lo que he visto, porque me ha parecido necesario, para evitar el escándalo de los que no se escandalizan de aquellos que tienen el cristianismo o el catolicismo como un instrumento oficial para sus empresas y sus ambiciones.

Pero, dejémoslos y vamos a pensar despacio qué hay en la entraña de nuestra labor profesional. Os diré que es una sola intención: servir. Porque en el mundo, ahora, la importancia de la misión social de todas las profesiones está clara: hasta la caridad se ha hecho social, hasta la enseñanza se ha hecho social.

Para todo lo que sea servir al prójimo, hay una técnica que el Estado procura coger en las manos. Por eso, cada uno de los hijos de Dios en su Obra debe sobrenaturalizar el ejercicio de su trabajo, de su oficio, sirviendo de veras con sentido sobrenatural al prójimo, a la patria, a Dios. Si se sirve directamente a la Iglesia −no, a los eclesiásticos−, servidla sin cobrar; que son muchos los seglares que no trabajan por la Iglesia, si no les pagan. Esta es la consigna que os doy, la que hemos recibido de Dios: no cobrar, sirviendo a la Iglesia; pagar, pagar, pagar aun dando toda nuestra vida.

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